jueves, 25 de noviembre de 2010

Dos grande europeas: París y Roma!

Así es señores: la semana pasada, aprovechando el puente del EID ( عيد الفطر tocó hacer una visita a dos ciudades europeas, pero dos de las grandes: París y Roma.

Pero antes de entrar en faena... ¿Qué es el EID? Pues es la festividad árabe más popular después del ramadán. También se le conoce como "Fiesta del Sacrificio o del Cordero", ya que en dicha fiesta se sacrifica uno. De hecho en la ciudad se ven varios corderos atados en cada una de las casas... no saben qué destino les espera! Los animalejos se sacrifican, sirviendo de comida durante los días que dura la fiesta. Ésta tiene un tono familiar, de hermanación y ayuda al prójimo. Tono familiar porque se reúnen todos sus miembros durante unos días, de hermanación porque una parte del cordero se ha de dar a la familia/amigos/vecinos y de ayuda al prójimo porque otra parte del cordero se ha de dar a los necesitados, o a los que, por su situación, no puedan permitirse el comprarse uno.

Pues bien: prácticamente durante toda la semana la ciudad está paralizada, por lo que qué mejor momento para viajar que éste.

En primer lugar partí hacia París haciendo escala en Roma. Destino: visitar a mi homólogo informático parisino. Y primer sobresalto: el aeropuerto (internacional) de Trípoli... está sin luz!!! Totalmente impresionante. Debido a ese motivo, y a los retrasos que provocó, llegué tarde a coger el siguiente vuelo. Tras intentar llorar un poquito para que me dejaran pasar al avión (todavía seguía en tierra), me ofrecieron un billete para el vuelo de la tarde, y me lo ofrecieron gratis. No me preguntéis, pero para mi que el pasaporte de servicios tuvo algo que ver, ya que la compañía era Vueling (==bajo coste). Gracias Vueling!

La Torre Eiffel



Llegada a la ciudad del amoouurr, ya de noche. La primera impresión es que la ciudad tiene un ambiente único: los edificios son de París, los restaurantes y brasseries con sus neones en la puerta son de París... y la Torre Eiffel, definitivamente, es de París. Gran sensación cuando, camino a casa de Gabri y tras cruzar una esquina, me topé sin esperarlo con la gran mole metálica totalmente iluminada. Realmente impresionante.


El encanto de los cafés parisinos.

Tras los primeros saludos y la correspondiente conversación con la gente que estaba esperando en casa de Gabri, salida a la noche parisina. Primero una parada en un bar tranquilo para beber unas cervecillas. Realmente curioso como lo que allá es imposible, más allá sea lo más normal... dice mucho del hombre y de su manera de ser. Tras ello a un sitio un poco más animado (con pseudo-baile de salsa incluido). Realmente lo necesitaba.


Tenía por delante varios días para descubrir una ciudad que siempre me había llamado la atención y que, tras estar varios días, puedo decir que me parece impresionante! El domingo, con Gabri como guía,  fuimos a la gran protagonista: nuestra querida Torre Eiffel. Hasta que no estás ahí no te percatas de sus dimensiones reales. Para evitar la cola (y ahorrarnos unos euros) subimos andando. Tampoco se hace tan pesado... las vistas fantásticas. Finalmente subida al tercer piso de la torre, donde ya las vistas están a otro nivel. Lástima que estuviera el día un poco nublado, y no viéramos tanta distancia como podríamos haber visto.


A partir de ese momento todo se desarrolló de una manera difusa: comida en un irlandés para ver a Alonso (lástima), vuelta por los exteriores del Louvre, camino por la Tuillerías, iglesia de Madeleine, Ópera (me encantó), visita al museo Pompidou, Hotel de Ville (ayuntamiento)... y para casa tras un día largo.

Impresionante puesta de sol



Al día siguiente, dado que Gabri curraba, me tocaba emprender el pateo de la ciudad en solitario. Comencé en el Arco del Triunfo, seguir por los campos Elíseos, girar a la derecha en el puente de Alejandro III (pasando por el Pequeño y Gran Palacio), visita a los Inválidos (tumba de Napoleón incluida). Tras eso, la verdad: no me acuerdo. Yo creo que fui para la zona del Barrio Latino, La Isla de la Ciudad... y visita a Notre Dame. También impresionante, con sus gargolicas y su exceso.  Después (quizá) fui camino al Panteón... momento en el cual calló el diluvio universal. Tocó tomarme un crêpe bretón para resguardarme. Por este motivo también ya me vi con Gabri en casa.

Subida al Arco del Triunfo


Notre Dame

Gárgola de Notre Dame contemplando la ciudad

Al día siguiente visita... a la tienda de reparación de cámara. Sí, tal cual. ¿Recordáis ese fantástico viaje al Sáhara de la entrada anterior? Pues en París obtuve lo esperado: error en el zoom de la cámara por arena. Tras perder toda la mañana, y algo de dinero of course, aproveché que la cámara estaba arreglando para visitar la Oficina Comercial de París y comer con los becarios (sushi gggrrr). Tras recoger la cámara, siguiente objetivo: museo de Louvre. Martes cerrado. Una gracia. Así que me fui al Orsay, totalmente impresionante tanto por el edificio (una antigua estación de ferrocarril) como por sus obras. Me gustó especialmente una zona con cuadros ambientados en zonas africanas y el Autoretrato de Van Gogh.





Había quedado a cierta hora en Sacre Coeur en Montmatre con Gabri, así que hacia allí me dirigí. Bastante impresionante y la zona también muy chula, bastante alternativa (aunque también con rincones acapara turistas). Dicen que es una zona "no tan segura", quizá por eso se veían militares por las calles... quizá me pareció excesivo.


Después aprovechamos el final del día para, una vez visitado el Moulin Rouge por obligación (no merece la pena), irnos a La Défense, es decir la zona nueva de París. Estaba llena de rascacielos y me gustó bastante, especialmente el gran arco/edificio que domina el lugar, totalmente alineado con el Arco del Tirunfo/campos Elíseos/Louvre.

Al día siguiente tocaba algo grande: el Louvre. Un total monstruo hecho museo. El edificio precioso, sus obras aún más. Me pillé un tour guiado y no cubrió ni en 1% de las obras. La Mona Lista con medidas de seguridad excesivas. La coronación de Napoleón y Josefina increíble. Infinidad de obras llaman tu atención. Ala de cuando todavía era un edificio oficial (antes de la Bastilla). Sin palabras.

Tras esto decidí ir hacia La Ópera, ya que me había encantado. Y pasé: por dentro aún mejor que por fuera. Merece la pena. Junto a Ópera están las famosas Galerías Lafayette: tres edificios sólo para ellas. Un mareo!


Interior de la Ópera


Al final de la tarde habíamos quedado en un bar con amigos de Gabri (para celebrar que uno por fin tenía trabajo). La cosa se alargó hasta la 1 de la mañana, momento en el que cenamos en el McDonalds (dato: en Libia no hay). Y marchando para casa ya que, además de que íbamos a pillar el metro por los pelos, al día siguiente temprano tocaba partir... a Roma.


 

París: ciudad recomendable. Si tienes 25 años o menos todo, menos la Torre Eiffel, te sale gratis. Tiene un encanto que hacía tiempo que no veía. Y París mejor que Roma... basado en mi experiencia. ¿Por qué? Porque en Roma me hizo, literalmente, un tiempo de mierda. Supongo que influiría en mi impresión.

El vuelo: normal. La llegada al hotel cerca de Termini (desde Fiumicino) en bus, una basura. Tardó más de hora y media cuando el tres tarda 40 minutos. El B&B (Casa Totti) de lujo: regentado por una mujer mayor bastante maja, es como dormir en casa de tu abuela. Ver cómo se anima a comer más en el copioso desayuno que te sirve no tiene precio!



Ansioso por patearme la ciudad... cuando la lluvia me dio la bienvenida. A comprar de urgencia un paraguas a los numerosos (y cansinos) "paquis" que poblaban las calles. Desde la Plaza de la República me dirigí hacia Piazza Venezia... para llegar totalmente empapado. Intentona de dar una vuelta por los foros, llegando hasta el Coliseo. En ese momento todo mi cuerpo era una esponja (mojada por supuesto).

Escaleras de los Museos Vaticanos

Así que me pillé el metro y me dirigí hacia Termini, donde había quedado con Xavi, mi COMEX (mío y de nadie más :D) y su homólogo romano (en Roma no hay informático). Aunque este último al final no pudo ir, Xavi y yo nos dispusimos a dar una vuelta por Roma si el tiempo y su maltrecha rodilla nos lo permitían. Nos fuimos hacia Plaza España, Fontana de Trevi para terminar de nuevo en Piazza Venezia. Para resguardarnos de la lluvia nos tomamos una (cara) cerveza en la terraza, protegidos de la lluvia por un toldo y un calefactor, y con unas vistas increíbles al monumento a Victor Manuel II (el monumento más grande de Italia).

Vistas del Vaticano y Roma desde la cúpula de San Pedro

Tras despedirme de él (les tocaba cumpleaños de una amiga de su colega), aproveché para volver andando al hostal. En ese momento, ya de noche, el tiempo mejoró sustancialmente, por lo que aproveché para darme una vuelta antes de volver al hogar de Casa Totti. Me di una vuelta por el Panteón, por Piazza Navona... y cené unos spaghetti carbonara impresionantes (con huevo por supuesto) junto a una copa de vino. Vuelta al hostal cogiendo uno de los numerosos autobuses, de los cuales hay que decir que no pagué ninguno. Ni te llaman la atención, ni ves la necesidad de pagar... eso sí, atente a que te pille alguna vez un revisor.

Basílica de San Pedro

La Capilla Sixtina

Al día siguiente tocaba visita al Vaticano, y con una mañana espléndida. Poco queda que decir de El Vaticano, salvo que es impresionante, desde la Basílica de San Pedro a los Museos Vaticanos. En la primera subí a la cúpula (geniales vistas de la ciudad) y en los segundos me encantó La Sala de los Mapas y la Capilla Sixtina (ni no hubiera tenido tanta gente). Un must-do en toda regla.


Continué el día yendo por la Vía de la Conciliación hacia en Castillo de Saint Angelo y el puente situado junto al mismo. Tras todo esto me dirigí hacia la Plaza del Popolo, atravesando para ello la Vía del Corso (una de las principales calles comerciales de la ciudad). La calle es muy curiosa ya que no es nada ancha por lo que tiene un concepto muy curioso de circulación: sin ser peatonal los coches y la gente se dan una tregua mutua, cosa que tiene especial mérito si tenemos en cuenta la caótica circulación romana (para nada alejada de la libia).


La Plaza del Popolo impresionante, con las dos iglesias (casi) iguales, el obelisco y la Vía del Corso. Tras juntarnos, nos dirigimos hacia Plaza de España atravesando la calle de tiendas caras. Hoy la plaza tenía mejor aspecto, ya que el día anterior la visitamos justo después de una lluvia impresionante, por lo que estaba desangelada. Nos dimos una vuelta por la zona, comimos (carbonada again) y visitamos Las Cuatro Fuentes y varias iglesias más (entre la que está la impresionante Basílica de Santa María Maggiore, una de las primeras en Roma).


Plaza del Popolo


Nos despedimos en los aledaños de la Plaza de Venecia, ya que nos veríamos más tarde (cuando recibiera en Termini a Gabri, el becario de París que venía también de fin de semana a Roma). Aproveché para ver la zona del ayuntamiento (con réplica de la estatua de la loba amamantando a Rómulo y Remo), aledaños (con un edificio similar al Coliseo pero como casas en la parte superior, muy curioso), el ghetto judío y la isla tiberina. Tras la pedazo paliza, camino al hotel a descansar. Tanto descansé que cuando llegó Gabri me había pillado el toro: nos vimos a medio camino.

Tras dejar los trastos en el B&B nos juntamos con los dos compis IC3X, tomándonos una buena Peroni en la calle y yendo a un sitio con música bastante chula. Deberíamos exportar este tipo de cosas a cierto país africano...


Al día siguiente tocaba, ya por fin, visitar el Coliseo y los foros. Y, mientras desayunábamos, el ensordecedor ruido de la lluvia atraía nuestra atención: nos íbamos a mojar. Y así fue. Nos apuntamos a un grupo organizado para evitar la cola, y la evitamos, pero de mojarnos nadie nos libraba. Lo bueno es que, tras salir del Coliseo y dirigirnos al Palatino y los foros, dejó de llover, por lo que las vistas de los foros y el Coliseo desde las alturas, mientras los rayos del sol iluminaban el terreno totalmente empapado... fueron totalmente impagables.


Tras esto habíamos quedado en Trastevere, zona en la que pasamos prácticamente el resto del día. Comimos y cenamos allí (con una diferencia horaria más que escasa), genial y a un precio increíble. Las botellas de vino supieron a gloria. Por la noche visita a un irlandés y a una discoteca (momento en el que me dormía literalmente tras el pateo y haber dormido 3-4 horas).


El viaje llegaba a su fin, por lo que al día siguiente, tras dormir un par de horas, camino al aeropuerto y llegada a Trípoli sin problemas. Sin problemas en el viaje, porque a la llegada viví una anécdota que me hizo centrarme en que, definitivamente, estaba de vuelta. Cuando un taxista ralla con su propio coche a otro que se le ha colado, es que ese taxista es libio.

La impresión general del viaje es que París me encantó y que Roma es una ciudad increíble, con atmósfera de pueblo (al menos fue mi sensación), o al menos de una ciudad más pequeña de lo que realmente es. Pero una ciudad que me recibió con lluvia, lluvia y más lluvia... Es por eso que quizá mi elección de París como ganadora no sea totalmente objetiva.

En la oficina bastante curro, especialmente por la realización de un curso y por la actualización del Informe de Situación Informática Inicial. Pero, y aun a pesar de esto, resulta chocante el cambio. De dos ciudades crispadas por el estrés... a Trípoli, ese caótico remanso de paz situado en la costa norte de África. Home, sweet home.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Sahara!

Tal día como ayer hizo un mes de nuestra llegada a Libia. Un mes que ha pasado bastante rápido. Una vez que le pillas el ritmo al día a día, los días se pasan sin apenas darse cuenta. Aunque no hay grandes planes dentro de la ciudad, hay pocos días en los que no tengamos nada que hacer. Y el pasado fin de semana ya hemos visitado unos de los sitios a ver por obligación. Para qué nos vamos a engañar, lo mejor de Libia, y aun a falta de ver más zonas del país, es el Sahara.



Para allá nos fuimos en un viaje express de 3 días, ya que un chaval volvía a España este lunes y no había visto todavía el desierto. Salida de la oficina con la maleta para coger un avión hacia Sebha. Libia es un país bastante grande, lo que hace que las distancias sean algo impracticables por carretera. Si a esto le sumamos que las carreteras son 100% monótonas, atravesando zonas desérticas sin apenas curvas... convierten al avión en la mejor opción.



Llegada ya de noche a la ciudad, la cual no tiene nada especial. Sólo me llamó la atención un castillo de la época de ocupación italiana bastante chulo. Eso sí: el castillo es ahora una base militar, así que mejor olvidarse de hacerle fotos. Así que directamente nos llevaron al hotel, donde cenamos y echamos unas partidas al ping-pong y al billar. Y digo nos llevaron porque para ir al Sahara tienes que contratarlo con una agencia, ya que no puedes ir por tu cuenta. Directamente está prohibido (por seguridad más que nada). Si alguien se anima a intentarlo los numerosos controles policiales en las carreteras le echarán para atrás...



A la mañana siguiente, pequeño madrugón para salir a las 8 hacia el mar de arena de Ubari. Tras una hora y pico de zonas desérticas, llegada a un campamento justo en el principio del mar. ¿Primera impresión? GUAU. Flipante. El plan para el día fue visitar los lagos de la zona. Así que para allá que partimos. ¿Cómo? Con un 4x4 a través de las dunas. Íbamos acompañados por un conductor Tuareg y por nuestro guía (de Sebha). El subir dunas a toda pastilla y bajarlas sin prácticamente ver la caída que viene tras la cresta no tiene precio.


Grupo de Tuaregs: querían fotos con nosotros y cachondeo. Según ellos yo era Iniesta!


El primer lago que visitamos fue el de Mavo, el cual destaca por el mercado de plata que tienen montado los Tuaregs. Si bien en Libia el regateo está incluso mal visto, los Tuaregs son la excepción que confirma la regla... ¡Cómo regateaban los jodios! La verdad es que se merecía que les compraras y los precios no eran nada caros. Es de admirar la vida de alguien que vive en el desierto y, actualmente, la venta de artesanía a los turistas es una de sus principales fuentes de ingreso.


En el primer lago.


El segundo lago fue el de Gebraoun y es el más grande todos. Allí hicimos una parada más larga y varias cosas. En primer lugar nos pusimos el bañador y nos dimos un baño en el agua extra-salada del lago. ¡Ahí no flotar era una tarea harto difícil! Era tanta la concentración de sal que al salir y secarnos al sol parecíamos prácticamente albinos de la capa de sal pegada a la piel.

Tras el baño y una buena ducha con agua dulce sacada en cubos de un pozo, llegó la hora de comer. El menú: cous cous y pollo. Y dicho menú puede hacerse extensible para la cena y la comida del día siguiente...

Mercado de plata.


Después de comer y reposar un rato tocó irse a esquiar. ¡En serio! La dunas son esquiables y, aunque según dicen no es tan rápido que la nieve (nunca he esquiado), la sensación de la caída es buenísima. Lo dicho: alquilamos dos pares de esquís y una tabla de surf y para la cresta de la duna que fuimos en 4x4. Primera bajada y hostia de rigor, pero pasa demasiado rápido. Así que quise volver a intentarlo. Reto a cualquiera a subir por una duna a pleno son con dos esquís y dos bastones. ¡Un auténtico infierno! A duras penas y tras varias paradas llegué a una distancia aceptable para volver a tirarme, esta vez sin caída y con un estilo pooofesional. Pero la última: cualquier vuelve a subir a patita.




A la vuelta a la zona donde teníamos el 4x4 nos encontramos con un grupo de Tuaregs que estaban de barbacoa, y nos invitaron a comer o beber algo. Aunque Xavi y Jose María siguieron adelante, a mi me pareció que podrían ofenderse si rechazáramos su invitación (así me lo habían contado), así que acepté un trozo de pechuga a la brasa (ñam!) y una coca-cola. Uno de ellos chapurreaba el inglés, y me comentaron que venían de la zona de Murzuk (== más mares de arena).



Tras charlar un rato, partida al tercer lago. Bajo mi punto de vista era el más bonito, ya que era más alargado y justo pillamos el sol reflejando a lo largo del lago. Se llama Umm al-Maa y es la portada de la guía Lonely Planet de Libia. Allí había más Tuaregs, y un par de ellos estaban jugando a una especie de Ajedrez en la arena pero con reglas incomprensibles. 

Tercer lago, creo que el más bonito.


También fuimos después a otro lago que, por desgracia, ya está seco. Según comenta la guía Lonely el color de sus aguas variaba según el momento del día y el reflejo del sol. Una lástima. Aunque quizá como comentó Jose eso lo ponen para que te joda más... Ahí otro grupo de Tuaregs nos invitaron a té. Muy buena gente, la verdad.

Cañeja en el campamento base.


Regreso a la zona de dunas junto al campamento para ver la puesta de sol. Había alguna nube suelta, así que lo que perdimos en espectacularidad en el momento de que el sol se oculta lo ganamos en los reflejos del sol entre las nubes. Ahí tuvimos tiempo de reflexionar (el Sahara y su silencio ayuda a ello), de ver la composición de la arena (cristales minúsculos) y de hacer el indio un rato entre saltos y piruetas.


Tras la puesta de sol cena, unas Becks (sin alcohol por supuesto) y escapada a las dunas de nuevo para ver el increíble cielo estrellado. Todo totalmente en silencio. En serio: de esos momentos que quedan grabados. Cuando ya la rasca empezó a ser considerable, vuelta al campamento y, tras estar un rato hablando, a dormir pronto (no había nada mejor que hacer y cenamos a las 19.30). 

Al día siguiente tocaba ver el desierto pero desde otra faceta, la de uno de sus habitantes ya extintos: el pueblo Garamanta. Para ello nos dirigimos a los aledaños de Germa. En primer lugar visitamos un museo con una muestra arqueológica de los restos la zona y también del resto de Libia (Murzuk, las pinturas rupestres, etc.). Llamaba la atención una momia de un garamanta, en concreto de un niño en posición fetal. Lástima que no se pudieran hacer fotos. 

Tras completar la visita partimos a una zona donde habían bastantes tumbas garamantas. Para hacernos una idea son de forma similar a las egipcias, muchísimo más pequeñas y con una base. Para muestra, una foto: 

Tumbas garamantas.


A continuación parada rápida en el que se dice que es el mejor resto del pueblo garamanta: uno de sus templos. Se ve poca cosa la verdad...

Templo garamanta... junto a nuestro conductor Tuareg.


Para finalizar el repaso a los garamantas qué menos que ir a su ciudad: Garama. Debió ser un pueblo bastante numeroso porque la ciudad es muy grande. Está en muy mal estado, pero aún así se aprecia la organización de la ciudad con las distintas calles, la organización de las casas, el castillo (palacio)...



He de decir que me impresionó y me gustó bastante. Todo absolutamente en silencio mientras, cámara en mano, intentábamos pillar la mejor perspectiva para hacer una foto. 

Destacar que en la época de ocupación italiana se llevaron a cabo trabajos de excavación de las ruinas, pero ahora están totalmente parados y se ve a lo largo de todas las ruinas distintas vías y vagonetas oxidadas. Una lástima, porque deben haber grandes tesoros. Sin ir más lejos a lo largo de toda la ciudad, y especialmente en una especie de hoyos que hacían las veces de tumbas, era fácil vislumbrar un fémur o un peroné sobresaliendo de la tierra. Con eso lo digo todo. 




Tras todo esto y sin esperárnoslo demasiado terminamos el viaje haciendo parada en un campamento. Pero un campamento especial, ya era medio zoo: tenía muchos animales en distintas jaulas. Había desde cobayas a un buitre, pasando por avestruces, cabras montesas, monos, serpientes y zorros del desierto (menudas orejas!). También había una especie que nunca habíamos visto (y que no sabemos ni el nombre) y que era una mezcla entre rata, conejo y castor, pero de tierra... menudo se comían los dátiles que les dábamos. Así estaban los jodios...

¿Alguien sabe qué son?

Después de entretenernos un rato con los animales vuelta a Sebha y de ahí por avión a Trípoli, poniendo broche final a un fin de semana para recordar. Nos ha ayudado a ver que en Libia hay algo más aparte de una ciudad caótica. Hay otra forma de vida en una tierra difícil como es el desierto. Los Tuaregs me han fascinado...




Y aquí estamos, en Trípoli con una tormenta de arena totalmente increíble. Peor que la que vivimos para el día de la Constitución. Está todo el piso con un dedo de polvo, desde el suelo del baño a la mesa de cristal. Así es tontería limpiar. ¡Pareciese que el Sáhara se hubiera venido con nosotros a Trípoli!

miércoles, 3 de noviembre de 2010

De boda en boda...

¿Recordáis aquellas luces que salían en una foto de la entrada del 16 de octubre? Pues bien, esa casa no es ni más ni menos que la casa de una prometida. Recupero la imagen:

Casa tuneada de la novia
Partamos de la base de que casarse en Trípoli es caro. Según me han contado, a la hora de pedir matrimonio a una mujer hay que disponer de bastantes recursos, tanto económicos como materiales. Principalmente por dos motivos: por un lado para regalar a la familia de la novia y por otro para pagar los gastos de la boda. Lo primero lleva a que algunas familias directamente "especulen" con el futuro de su hija para obtener los mayores beneficios posibles. Lo segundo conduce a prácticamente una semana de celebraciones. ¿En qué consisten? Vamos a ello (perdón si algo que cuento no es así en realidad, sólo hablo de lo que he visto u oído).

A la hora de detectar el lugar de celebración de una boda, lo primero es localizar una casa ataviada tal cual la foto anterior. Si vas paseando por la calle y te topas con una casa llena de luces y de guirnaldas, no hay duda: ahí se casa alguien. En concreto es la casa de la novia.

Las galletas de la pedida eran parecidas a éstas.
Uno de los primeros actos que se celebran es la pedida de mano. Recuerdo justo nuestro primer día en Libya. Esa misma noche nos llevó Omar, un colega Libio, a la pedida de la boda de uno de sus primos. En ella no se para de bailar al ritmo de unos timbales, por norma general las mujeres (apartadas de los hombres). Justo cuando para la música, éstas hacen un sonido gutural con la lengua bastante curioso que, dado que resulta bastante complicado de explicar, podría describir como una variante bastante chula del típico sonido que hacíamos de niños para imitar a los indios. Ni por asomo es ese sonido, pero a falta de pan...




Recuerdo que esa noche sacaron a todo el mundo que estaba en la calle (en su mayoría hombres) una bandeja con unas pastas hechas de almendra y blandas por dentro (riquísimas) y una bebida blanquecina, igual que la horchata pero hecha con almendras (también muy rica). No tengo fotos de la bebida ni recuerdo su nombre, I'm sorry...

Por su parte el novio también lo celebra. Aquí la muestra del baile en cuestión de una celebración que pillé en la Plaza Verde:




No tengo muy claro si la celebración de la boda se hace en la misma semana que el acto de pedida (no me extrañaría), pero lo que está claro es que la lían muy parda. Me contaron en la oficina en qué se componía la celebración (un día para el acto oficial, otro para el extraoficial, otro de celebración...). Lo que está claro es que dura varios días. También me contaron que en uno de los días sólo se ofrecen dulces libios (les encantan!) y en otro es comida más contundente (con el cordero preparado por ellos mismos como plato fuerte).

Varias cosas llaman la atención de las bodas en Libia. En primer lugar, y para nada discordante con la filosofía libia de "mi-coche-es-mi-vida", basta con ver una fila de coches pitando como locos por la ciudad para saber lo que están celebrando: una boda.


Dentro de la caravana van los novios en un coche decorado de una manera, permitirme decirlo, bastante cutrecilla. Aquí un ejemplo, aunque en en este caso es aceptable (hay otros que claman al cielo - ver un Mercedes decorado con luces de navidad hacen llorar al niño Jesús):

El coche de los novios
A los libios les encanta los fuegos artificiales, o al menos es a la conclusión a la que puedo llegar por la brasa que dan todas las noches cuando te toca una boda por el barrio. Y cuando digo todas las noches es todas: prácticamente siempre se está casando alguien! Flipante...

Pero... ¿dónde se celebra la boda? ¿Se van a unos salones de bodas a lo occidental? Nada de eso... bloquean una calle. En ese momento es su calle, la calle de su jaima. Y es que todo se celebra allí, cerca de la casa de la novia.  Podría decirse que es una celebración más familiar y más íntima que las bodas en España. Mencionar que existen servicios de alquiler de decoración y de sillas y mesas para jaimas.

Jaima bloqueando la calle

De esta manera, no es raro que a la hora de circular por la ciudad te encuentre que, al girar la esquina, haya una jaima bloqueándote el paso y tengas que dar marcha atrás con el coche. Ni permisos, ni multas... todos lo aceptan. 

Jaima de celebración de una boda. 

Con la suma de todo esto parece que uno puede llegar a la conclusión de que una boda trae consigo una celebración por todo lo alto. Todo el mundo lo pasa bien. Todo el mundo menos los vecinos: al tercer día de bailes, timbales, fuegos artificiales y coches pitando a toda pastilla se comienza a sentir cierto malestar con tanta celebración. Pero se entiende: para la cultura árabe la familia es uno de los aspectos a preservar más importantes, y casarse es el germen de una nueva familia.

Un último apunte: los vestidos de la novia y de las mujeres que asisten a la boda son, cuanto menos, curiosos. Pero... mejor dejarlos para otra ocasión. Ya le tocará su turno a la moda Libia.